Con la misma piedra

Con la misma piedra

“Si cometemos el mismo error muchas veces es porque no hemos aprendido de él. Una falta que no se supera, es una enseñanza desperdiciada”.

Durante todo nuestro camino vamos enterándonos de incidentes que marcaron la vida de personas, bien sea cercanas a nuestro círculo afectivo o lejanas.  
Tanto las experiencias difíciles como las exitosas de otros, deberían trazar un referente para nosotros, ¡Cuánto más las propias!.

He conocido personas que han tenido el infortunio de aprender acerca de la peligrosidad que reviste la manipulación descuidada de la corriente eléctrica, después de sufrir quemaduras y diversos traumas; algunas han tomado la actitud correcta de “aprender” a ser prudentes en su manejo, mientras otros tendrán que esperar un daño “mayor” que en ocasiones incluye la pérdida de la vida misma.

Así también la excesiva confianza en el manejo de cualquier cosa puede resultar altamente nociva.

Hace algunos años tuve la oportunidad de conocer un hombre experto en el manejo de una máquina de corte textil, quien con gran destreza extendía una sobre otra las capas de tela hasta completar un grosor de unos 12 centímetros y sobre ellas el plano impreso por el que con mucha habilidad desplazaba la cortadora de un sitio a otro.

Durante muchos años menospreció la importancia de utilizar el guante de acero requerido para la protección de sus manos diciendo que era incómodo, pesado e innecesario, pero todo eso quedó desvirtuado el desafortunado día que en un momento de descuido milimétrico cercenó uno de sus dedos.

Hay errores que cometidos con frecuencia amputan nuestra fe en nosotros mismos y la confianza que los demás nos prodigan.

Cada circunstancia de nuestra vida contiene una excelente oportunidad de aprendizaje que al ser desaprovechada nos llevará sin dudar por el camino del desánimo.

No todos los errores producen consecuencias graves, pero efectivamente todas ellas se convierten en tropiezo, camino a la excelencia.

La vía a la superación personal está bloqueada por obstáculos de diferente tamaño y gravedad.  Estos van desde la capacidad de vencer nuestra constante necesidad de reconocimiento, el culpar a los demás de nuestros desaciertos, la incapacidad de disculparnos, la falta de voluntad o perseverancia o la necesidad de conseguir la aceptación de todos, por mencionar tan sólo algunos.

El desenfocar nuestra atención de las cosas realmente prioritarias fácilmente será un factor que juegue en nuestra contra. Jamás he visto un atleta de los cien metros correr mientras saluda a los asistentes y les da su autógrafo, esa actividad, sucederá luego de terminar la carrera, no durante su ejecución.

Así cuando trazamos una meta a corto, medio o largo plazo se presentarán un sinnúmero de distracciones que nos robarán tiempo y fuerzas, por lo que, parte de la solución para corregir nuestros errores frecuentes, radica en la capacidad de mantener nuestra atención fija en el objetivo a alcanzar.

Si nuestro objetivo es aprender a ser tolerante deberemos hacer caso omiso a las palabras ofensivas que nos profieran, de lo contrario nos mantendremos repitiendo nuestras antiguas reacciones sin lograr superarlas.

¡Ningún cambio se produce solo, no sucede por inercia, alguien debe tomar la iniciativa y ese alguien somos usted y yo!

Apreciado lector, no espere cambiar a quienes lo inducen a una mala conducta si primero no lo ha hecho con usted mismo, la única persona sobre la cual tiene control es sobre usted mismo, así es de que lo invito a tomar las riendas de su vida  y corregir aquellos errores que se han vuelto casi “costumbre”, que han minado su ánimo, pues dando ese primer paso creará a su alrededor un efecto bola de nieve, que afectará para bien, a todos aquellos con quienes se relaciona, pero principalmente será un pilar fundamental de su autoconfianza.

No es que nunca más se equivoque o que persiga una perfección que dentro de nuestra humanidad es imposible alcanzar, es que se perdone por lo que hizo en su pasado que no puede remediar ya, que se levante en su presente a luchar por usted mismo y que se proyecte en su futuro a mejorar cada día, haciendo realidad la consigna: Hoy seré mejor que ayer y mañana seré mejor que hoy.

Y si su problema está directamente relacionado con la falta de voluntad o perseverancia, y aún si fuera cualquiera otro, rodéese de al menos una persona confiable que pueda hacer el ejercicio de un tutor, animándole cuando se sienta desmayar, llamándole la atención cuando sea necesario y aplaudiendo sus logros por pequeños que sean.

Por una razón muy acertada Dios dijo: Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo, Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. (Eclesiastés 4:9-10)

Puedo asegurarle que ese esfuerzo y esa valentía que le imprima al cuidado de su vida tendrá el respaldo de Dios y contagiará a todos los que rodean.

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