Quiero seguir siendo yo y no tratar de parecerme al prototipo de mujer irreal que nos vende la sociedad.
Quiero seguir llorando por lo que me produce tristeza, pues las lágrimas enjugan las heridas del alma, sin pretender una falsa fortaleza, pues comprendo que mi fortaleza no está arraigada en mi propio ser, sino en la confianza que me produce la bondad incesante de mi Padre.
Quiero reír a carcajadas sin importar si las arrugas se notan más, porque el brillo de la alegría debe sobrepasar la importancia de la apariencia.
Quiero recibir con calma mis años altos, consciente de que son un proceso debido para alcanzar la experiencia, sabiduría y entrenamiento necesarios para ofrecer lo mejor de mí, pero ahora sin prisa.
Quiero vivir cada día feliz porque lo decido así, basada en la gratitud de la salvación inmerecida que fue pagada con la sangre más preciosa que haya sido vertida en toda la existencia.
Quiero pedir perdón y perdonar, para vivir y morir con paz, porque ese es un privilegio al que me da acceso mi propia decisión.
Quiero proclamar con cada respiro que tengo Padre, que lo amo y que me hizo individual y única… Sí, así, con cada virtud en la que Él se refleja y con cada torpeza en la que Él se glorifica.
Por eso en este y todos los días… Quiero seguir siendo yo.