¡Tocar fondo y tocar la cima puede ser igual de liberador! Por Juliana Miranda
El deseo de llegar a la cima ha sido una motivación común. Normalmente vivimos procurando encontrar la ruta que nos lleve al éxito, al reconocimiento, a la cumbre, a la realización de nuestros sueños y es una postura loable.
Todos anhelamos triunfar, todos vemos la cima como el punto álgido de nuestros logros, de nuestros aciertos y de nuestra determinación, ya que llegar a la cima es identificar en nosotros todo tipo de valor: Esfuerzo, dedicación, perseverancia, inteligencia, amor, pasión, estrategia, sabiduría y fe.
La cima requiere que escarbemos en lo profundo de nuestros haberes y encontremos que efectivamente, poseemos todo lo que se requiere para transitar en el camino hacia ella; por eso al llegar nuestra satisfacción se completa, o al menos eso es lo que hemos creído siempre.
Pero y ¿Qué sucede con el fondo? Nos han enseñado que tocar fondo es llegar a lo más bajo, es perder todo control, es encontrarnos con la miseria misma, es lo más trágico que le sucede a un ser humano y por lo tanto debemos evitar a toda costa llegar allí.
Para tocar fondo no se requiere de mucho, simplemente dejar todo sin control,
desbocarse en cuánto yerro sea posible y en menos de nada habremos llegado.
Aparentemente, hay una diferencia abismal entre tocar la cima y tocar fondo, sin
embargo, ambas situaciones pueden llegar a ser absolutamente liberadoras.
La expectativa de ser personas exitosas y el deseo de lograrlo, si no están bien enfocados pueden llegar a convertirse en una atadura difícil de lidiar; en apego a la aceptación, al dinero, a la buena fama, al status social que pueden convertir todas las virtudes en tiranía y la cima puede que cada vez se vea más lejana e inconquistable porque el sentimiento de satisfacción se desvanece cada vez que pareciera alcanzarse.
Pero el fondo es uno mismo siempre. El fondo nos permite reconocer a ciencia cierta todos nuestros errores y falencias, nos ofrece la oportunidad de ser auténticos. Para llegar al fondo no necesitamos el beneplácito de todos los que nos rodean.
El fondo es el espejo que nos permite con toda lucidez observar cada parte de nosotros que requiere atención. Es allí donde encontramos nuestros temores y los identificamos para lograr vencerlos.
El fondo nos sensibiliza, nos enseña que la vida es impredecible, llena de incertidumbre y la incertidumbre no está mal, contrario a todo, es en esa incertidumbre que nacen los grandes descubrimientos, ideas, proyectos, empresas, personajes e historias.
No es posible garantizar ni los siguientes cinco minutos de nuestra vida, por lo tanto, conscientes o no, permanecemos en continuo estado de incertidumbre.
El temor a fracasar nos tendrá fracasando más pronto de lo imaginado, el temor al
desamor nos tendrá involucrados en relaciones tóxicas que estaremos dispuestos a mantener a toda costa.
El fondo nos muestra que la soledad no es una enfermedad mortal; que los verdaderos amigos son quienes comprenden toda nuestra humanidad, pues
en ella se identifican. Y no por ello estoy diciendo que sea necesario tocar fondo para descubrir todo aquello.
Simplemente, pienso que tocar fondo y tocar la cima “pueden ser igual de liberador” porque nos permite soltar la carga adquirida y reinventarnos.