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Admite tus temores y acepta tus debilidades

Segunda parte de la serie: “Es posible sanar un corazón en ruinas”

Admite tus temores y acepta tus debilidades.

Por Juliana Miranda.

Bienvenidos al segundo mensaje de la serie: “Es posible reparar un corazón en ruinas” 

En el capítulo anterior descubrimos que el primer paso para reparar un corazón en ruinas  es reconocer que hay un daño y que es preciso atenderlo.  

Hemos tomado como referencia la historia de la reparación de los muros y las puertas de Jerusalén, bajo la dirección de Nehemías, en la cual iremos descubriendo, la estrecha relación que tiene con nuestras vidas, revelándonos así, el paso a paso para tener éxito en nuestra tarea.

Nehemías, un judío que trabajaba para el rey de Babilonia había recibido noticias acerca de las duras condiciones que enfrentaban sus compatriotas y se hizo consciente del daño que habían sufrido los muros y las puertas, de modo que se dispuso a buscar la ayuda de Dios para garantizar el éxito en sus planes, entendiendo que una tarea tan compleja como esa, era imposible de lograr sin la intervención divina.

Hay tareas que requieren apenas la habilidad humana para ejecutarse y otras que son imposibles de realizar sin la participación activa de Dios…  Reparar lo que está en ruinas es una de ellas.

Además de buscar el apoyo de Dios, Nehemías reconoció que el estado en que se hallaba su nación era apenas el resultado de sus malas decisiones. 

Desde que Nehemías recibió esas tristes noticias hasta este punto, han transcurrido cuatro meses en los que ha buscado el apoyo y la orientación de Dios para establecer un plan de acción.

La gran diferencia entre lograr o no un objetivo, parte del hecho de hacer una planificación con fechas y metas definidas.

Para trazar un plan de acción que funcione realmente y lograr restaurar nuestro corazón, es necesario aplicar una gran dosis de honestidad, con Dios y con nosotros mismos.

No es un secreto que a nadie le gusta hablar de sus temores, mucho menos de sus defectos y debilidades, pero es preciso  iniciar aceptando que los tenemos.

El temor se anida en cada persona de diferentes maneras y en distintos niveles de intensidad.

Juliana Miranda

Nehemías reconoció  el suyo y lo describió finalizando el primer capítulo, cuando rogó a Dios, en el verso 11 diciendo: “Te ruego que me permitas tener éxito cuando me presente ante el rey con mi petición.  Haz que el rey me atienda y me trate bien”.

Presentar ante el rey una petición de forma inadecuada podría costarle la vida misma y considerar que el rey le diera permiso de ausentarse del trabajo, dejando en riesgo su propia vida, era algo improbable de conseguir.  

Recordemos que Nehemías era el copero, quien probaba los alimentos del rey antes de que los consumiera, de modo que si se ausentaba, ¿Quién daría garantía al rey de que sus alimentos no estarían envenenados? ¡Si esa era la tarea de Nehemías!

El temor de Nehemías tenía fundamento y el de nosotros, seguramente también.

Tenemos temor al abandono cuando hemos sido víctimas de él. 

Unos padres que se rehusaron a cuidar de nosotros, un cónyuge que abortó sus votos matrimoniales y nos soltó la mano cuando esperábamos que la sujetara con más fuerza, suelen dejarnos con el corazón herido y el temor del abandono establecido.

Tenemos temor al rechazo cuando hemos crecido en un hogar lleno de duras críticas y poco reconocimiento de nuestros esfuerzos, por pequeños que parecieran.  Cuando hemos sido vulnerados en la escuela, en el trabajo, en el hogar, por personas que se resisten a sentir empatía.

Tenemos temor al fracaso cuando nuestro entorno ha sido altamente negativo y la queja es una constante en nuestro día a día. 

Hemos escuchado una y otra vez las razones por las cuales podríamos fracasar y lo peor, nos las hemos repetido para justificar nuestro miedo a salir de nuestra zona de confort.

Tenemos miedo a lo desconocido y aquí podemos incluir el temor a vivir en condiciones diferentes a las que nos acostumbramos.  

Una niña o un niño que crecen en un ambiente de violencia intrafamiliar, termina por acostumbrarse a esas condiciones e inconscientemente las propician cuando son adultos, porque tienen temor, y desconocen cómo se vive en un ambiente de respeto y paz.

Probablemente el temor sea uno de los impedimentos que más retrasa nuestro progreso, pero si estamos dispuestos a enfrentarlo, descubriremos que es más sencillo de lo que llegamos a imaginar.

¿Y entonces, cuál es el antídoto para vencer el temor?  Sin duda alguna, el hacernos completamente conscientes de que el incomparable amor de Dios actúa a nuestro favor.

Dios es un buen Padre que nos ama pese a todo y que quiere que disfrutemos de esta vida a plenitud y con la libertad y la paz que nos brinda el sabernos amados.  Si son padres sabrán de lo que les hablo.

Los buenos padres hacemos lo que sea necesario para garantizar el bienestar de nuestros hijos, sin importar el nivel de esfuerzo que se requiera para lograrlo.

El capítulo 29 del libro del profeta Jeremías, en el verso 11 nos lo confirma a través de la declaración de Dios mismo, alentando nuestro corazón al decir: Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar.

Esa declaración debería convertirse en el mejor recordatorio para sentirnos amados y para apagar la voz del temor.  ¡Dios tiene planeado darnos un futuro lleno de bienestar!  ¡Piensa bien de nosotros! ¡Conoce todo de nosotros y nos quiere conducir por el camino de la bendición!

Una vez que hayamos enfrentado y vencido el temor, nos ocuparemos de nuestras debilidades, con la buena noticia de que también Dios, nuestro buen Padre, ha provisto la solución eficaz para ellas.

El apóstol Pablo escribió en la segunda carta a los Corintios, capítulo 12 verso 9, lo que Dios le reveló acerca de sus propias debilidades: El Señor me dijo: «Mi bondad es todo lo que necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti». Por eso me alegra presumir de mi debilidad, así el poder de Cristo vivirá en mí.

Reconocer que somos débiles, que tenemos áreas en las que aún flaqueamos, mueve de inmediato la mano de Dios a nuestro favor y Él interviene fortaleciendo nuestro ánimo.

Todos tenemos debilidades, todos descubrimos que nuestra humanidad es insuficiente para salir victoriosos de todas las batallas, y eso, precisamente eso, es lo que hace que el poder de Dios se vea con mayor claridad actuando en nosotros.

Declararle a Dios nuestras debilidades es un gran antídoto contra el veneno del orgullo que nos deja a expensas del sufrimiento.  Poner en manos de Dios nuestras debilidades hace que disminuya su acción sobre nosotros.  

Una vez presentados delante Dios los temores y las debilidades de Nehemías, enfrentó la situación hablándola directamente con el rey de modo que tuviera la garantía de poder avanzar en su propósito.

El capítulo 2 a partir del verso 4 nos cuenta Nehemías que  El rey preguntó:  —Bueno, ¿cómo te puedo ayudar?

Después de orar al Dios del cielo, contesté:

—Si al rey le agrada, y si está contento conmigo, su servidor, envíeme a Judá para reconstruir la ciudad donde están enterrados mis antepasados.  El rey, con la reina sentada a su lado, preguntó:

—¿Cuánto tiempo estarás fuera? ¿Cuándo piensas regresar? Después de decirle cuánto tiempo estaría ausente, el rey accedió a mi petición.

Además le dije al rey:  —Si al rey le agrada, permítame llevar cartas dirigidas a los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates, indicándoles que me permitan viajar sin peligro por sus territorios de camino a Judá. 

Además, le ruego que me dé una carta dirigida a Asaf, el encargado del bosque del rey, con instrucciones de suministrarme madera. La necesitaré para hacer vigas para las puertas de la fortaleza del templo, para las murallas de la ciudad y para mi propia casa.

Entonces el rey me concedió estas peticiones porque la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí.

Cuando llegué ante los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates, les entregué las cartas del rey. Debo agregar que el rey mandó oficiales del ejército y jinetes para protegerme.

Nehemías sabía que contar con el apoyo del rey implicaba que el temor de que pudieran agredirlo, las debilidades que pudieran ser un estorbo al momento de lograr su cometido, así como los recursos faltantes para tener éxito, eran tema resueltos porque tenía en sus manos la evidencia del respaldo del rey.

No sé cuáles sean los temores que cada uno de ustedes enfrenta a diario, pero es posible que con el tiempo se hayan convertido en el principal impedimento que los haya mantenido paralizados en el mismo lugar; no obstante, estoy completamente convencida que no existe nada que pueda destruirnos, o detenernos si vamos de la mano de Dios.

Desconozco cuál sea la debilidad con la que luchan a diario, pero lo que es seguro, es que el Espíritu Santo nos ha sido dado para fortalecer nuestra voluntad, mente y corazón de manera que nuestra vida día tras día sea transformada en un verdadero reflejo de Cristo.

Podemos reparar nuestro corazón en ruinas si pedimos ayuda al único que tiene el poder suficiente para derribar toda barrera, para borrar toda frontera, para entregar toda provisión necesaria y para darnos la fuerza que requerimos en cada paso que vamos transitando. 

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