Evaluando las condiciones

Evalúa las condiciones

Tercera parte de la serie: “Es posible sanar un corazón en ruinas”

Evalúa las condiciones

Bienvenidos al tercer mensaje de la serie: “Es posible sanar un corazón en ruinas” 

En el capítulo anterior aprendimos que para iniciar la reparación de un corazón en ruinas es preciso admitir nuestros temores y debilidades, pero más que eso, que la verdadera diferencia la hará el aprender a entregarlos en manos de Dios y contar con su apoyo constante para vencerlos.

Seguimos a Nehemías en esta travesía por su tarea de reconstrucción de los muros y las puertas de aquella Jerusalén que fue asolada a causa de su desobediencia y que cosechó las consecuencias de sus erradas decisiones.

Hoy veremos que toda tarea que emprendamos puede ser exitosa siempre y cuando aprendamos a evaluar las condiciones de manera objetiva.

Nehemías nos cuenta que después de haber recibido las cartas de mano del rey que le permitieron transitar libre del peligro de perder su vida y que ordenaban al guardia del bosque prestarle con diligencia toda la ayuda que requería, se encaminó a su natal ciudad a inspeccionar el daño por su propia cuenta.

En este punto del proceso, tanto de Nehemías como nuestro, es prioritario usar toda la objetividad posible para determinar el daño sin subestimarlo pero sin sobredimensionarlo.

Empezando en el verso 11, del capítulo 2, tendremos una perspectiva acerca de la forma en que Nehemías lo hizo: 

Entonces llegué a Jerusalén. Tres días después, me escabullí durante la noche, llevando conmigo a unos cuantos hombres. No le había dicho a nadie acerca de los planes que Dios había puesto en mi corazón para Jerusalén.  No llevamos ningún animal de carga, con excepción del burro en el que yo cabalgaba. 

Notemos que las dos primeras acciones de Nehemías son: buscar el acompañamiento de personas que fueran útiles para su proceso, y hacer el reconocimiento de manera privada.

En ocasiones hemos cometido el error de abrir nuestro corazón y exponer nuestro daño delante de personas que no son idóneas para ayudarnos y que nos ofrecen consejos o alternativas que nos retrasan antes que hacernos avanzar.

Es por eso que una vez tomada la decisión de reparar nuestro corazón en ruinas, vamos a necesitar ser muy discretos para evitar que se levanten voces que nos desanimen o incluso que se opongan a nuestro proceso.

También necesitamos hacerlo con sencillez de modo que evitemos sumarle más carga de la que ya representa.  

Nehemías llevaba consigo apenas el burro en el que cabalgaba, indicando que contaba únicamente con quien pudiera serle de ayuda en los trayectos en que el cansancio se convirtiera en un inconveniente.

Reconocer el daño que hay en nuestro corazón puede resultar agotador, agobiante e incluso desalentador.  Por lo que, requerimos un apoyo idóneo para ayudarnos con esa carga.

¿Y acaso podría haber un mejor apoyo que el que Dios nos ofrece? Jesucristo mismo nos alienta con un valioso ofrecimiento que se registra en el capítulo 11 del evangelio de Mateo, versos 28 y 29: 

Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar. Acepten mi enseñanza y aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso. 

¡Podemos evaluar el daño que hemos recibido sabiendo que Jesús está dispuesto a recorrer con nosotros los episodios más difíciles de nuestra vida!

Pero sigamos a Nehemías y apreciemos el recorrido minucioso que le entrega una información más completa sobre las zonas que requerían atención y solución:

Salí por la puerta del Valle cuando ya había oscurecido y pasé por el pozo del Chacal hacia la puerta del Estiércol para inspeccionar las murallas caídas y las puertas quemadas. 

Luego fui a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey, pero mi burro no pudo pasar por los escombros. A pesar de que aún estaba oscuro, subí por el valle de Cedrón e inspeccioné la muralla, antes de regresar y entrar nuevamente por la puerta del Valle.

Mensaje tras mensaje iremos analizando que, cada uno de los lugares que aquí menciona Nehemías irán haciendo referencia a diferentes áreas de nuestras vidas que precisamos atender para determinar el estado en que se encuentran.

Si están quemadas, derribadas, desvencijadas o solamente requieren un pequeño ajuste para volver a funcionar de manera idónea.

Iremos transitando como le sucedió a Nehemías, por lugares que serán de difícil acceso porque están marcados por altas dosis de sufrimiento que fuimos tratando de ignorar pero que precisan atención para ser restaurados.

La mente humana, como mecanismo de defensa, puede silenciar los eventos traumáticos que sufrimos de modo que podamos continuar nuestra vida, pero eso no implica que los hayamos superado.

Al hacer el repaso consciente de nuestros recuerdos, precisamos confiar en que Dios estará a nuestro lado ayudándonos a dimensionar correctamente el daño y aquello que lo ocasionó.

No siempre es lo que parece

También resulta importante tener en cuenta que, cuando somos niños dimensionamos los eventos desde nuestra mente infantil y los que nos resultan traumáticos, los grabamos con mayor intensidad porque no tenemos la comprensión de todo el entorno, y es entonces que la confusión se puede hacer mayor.

Hace años vi una película en la que el protagonista vivía muy enojado con su padre porque consideraba que lo había sometido al abandono y que su infancia había sido solitaria.

Se aferró a un recuerdo y lo sobredimensionó al punto que olvidó que su padre, que era un reciclador, llegaba tarde de la noche con algún juguetito que buscaba entre la chatarra para complacerlo y demostrarle su amor.

Creció y decidió abandonar a su padre, se cambió de ciudad, de nombre y apellido con tal de castigar el abandono al que, según él, su padre lo había sometido.

Pasaron los años y un buen día, estando en cama a causa de una enfermedad terminal, escuchó la música de un programa que veía cuando era niño en tanto esperaba a que su papá llegara, y fue ahí, que su mente recordó con claridad que su papá llegaba cansado a casa, pero lo cargaba en brazos, lo despertaba con un beso y ponía en su mano el juguetito que había conseguido entre la chatarra del día.

Entonces comprendió que había alimentado por años un recuerdo de abandono que no era fiel a la realidad.  Que había juzgado a su padre desde su mente infantil y que se había aferrado a ese pensamiento para validar su sufrimiento desde ese día hasta su vida adulta.

¡Los juicios que hacemos de niños están basados en nuestra subjetividad y precisamos revisarlos ante la luz de la madurez para poder validarlos correctamente!

Ahora bien, mientras evaluamos las condiciones en que se encuentran nuestro corazón veremos que hay partes que mantenemos en oscuridad porque nos generan vergüenza o culpa, pero que también es importante atender para resolverlas.

Habrá posiblemente algunos espacios en los que necesitemos transitar con menos prisa y con más cuidado para evitar abrir de nuevo las heridas.  

Parece una tarea cansada, pero el resultado definitivamente, valdrá el esfuerzo.

Lo importante de esta penosa tarea, es que una vez hecha, el Espíritu Santo irá con nosotros para darnos la fortaleza, el poder y los recursos que se necesiten para sanar ese interior lastimado y convertirnos en personas fuertes y preparadas para disfrutar nuestra vida como Dios lo quiso desde siempre.

Finalmente, cuando Nehemías tenía total claridad de las condiciones en que se hallaban los muros y las puertas, decidió buscar el apoyo de personas que como él, sintieran el compromiso y el deseo de trabajar en la restauración.

Los versos 16 al 18 finalizan relatando: Los funcionarios de la ciudad no supieron de mi salida ni de lo que hice, porque aún no le había dicho nada a nadie sobre mis planes. 

Todavía no había hablado con los líderes judíos: los sacerdotes, los nobles, los funcionarios, ni con ningún otro en la administración; pero ahora les dije:

—Ustedes saben muy bien las dificultades en que estamos. Jerusalén yace en ruinas y sus puertas fueron destruidas por fuego. ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén y pongamos fin a esta desgracia!

Después les conté cómo la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí, y acerca de mi conversación con el rey.  De inmediato contestaron: —¡Sí, reconstruyamos la muralla! Así que comenzaron la buena obra.

Los cambios y la restauración siempre están disponibles para todos, pero tomar la decisión de hacerlos es únicamente para valientes.

Juliana Miranda

Y es de valientes que necesitamos rodearnos cuando determinamos restaurar un corazón en ruinas.

Empezar una obra sobre escombros, ruinas y destrucción representa un gran reto.  Mucho más fácil es construir desde cero, que reconstruir sobre lo que se averió.  

Pero tiene mayor gloria lo que ha sufrido transformaciones de negativo a positivo que aquello que no ha sido sometido a ninguna dificultad y Dios, nunca se rinde en su propósito de ayudarnos.  No nos desecha porque estemos rotos, derribados, destruidos o arruinados.

Sino que toma lo que somos y repara en nosotros todo lo necesario para que luego, podamos mostrar Su gloria a través del proceso de restauración.

Como lo declara el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 1 verso 28: Y aunque la gente de este mundo piensa que ustedes son tontos y no tienen importancia, Dios los eligió, para que los que se creen sabios entiendan que no saben nada. 

Dios eligió a los que, desde el punto de vista humano, son débiles, despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes se den cuenta de que en realidad no lo son. Así, Dios ha demostrado que, en realidad, esa gente no vale nada.

¡No vamos a rendirnos en el proceso!  ¡Es posible reparar un corazón en ruinas, hemos evaluado el daño y estamos seguros de que contamos con la ayuda incansable de Dios para lograr su total restauración!

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