Claramente, necesitamos rendirnos

Claramente, necesitamos rendirnos

Octava parte de la serie: “Es posible sanar un corazón en ruinas”

Claramente, necesitamos rendirnos

Bienvenidos al octavo mensaje de la serie: “Es posible reparar un corazón en ruinas” 

Si de corazones rotos hablamos, podríamos decir que los hay por doquier, y hasta son tema de noticia y controversia, como la que se generó en torno a mi compatriota Shakira y su hogar.

Resulta necesario reconocer que, inevitablemente cada persona, en el transcurso de su vida, tendrá que enfrentar diferentes retos que la harán replantearse si el uso de su libre elección basado en su propia voluntad le entrega los resultados esperados o justamente, los que no habría deseado.

En este capítulo hablaremos de la necesidad que tenemos los seres humanos de rendir nuestra voluntad a Dios y de aprender a ser humildes, reconociendo que, solamente Él, tiene la capacidad, el amor, el conocimiento y el poder que se requieren para guiarnos por el buen camino.

La puerta del valle

Hemos venido aprendiendo de Nehemías y su experiencia restauradora, por lo que, nos remitiremos a la siguiente puerta que fue reparada y se llamaba: “La puerta del Valle”

El capítulo 3 de su libro, en el verso 13 hace mención a ella declarando:  Janún y los habitantes de Zanoa reconstruyeron la puerta del Valle. Colocaron la puerta en su lugar, con las cerraduras y las barras. Además reconstruyeron cuatrocientos cincuenta metros de la muralla, hasta la puerta del Basurero.

Es curioso que justo la puerta del Valle que nos habla acerca de la humildad, colinda directamente con la puerta del Basurero,  pero eso lo veremos en nuestro siguiente capítulo.

Enfoquemos entonces toda nuestra atención en la puerta del Valle y veamos qué área de un corazón en ruinas corresponde o está relacionada con esa puerta en particular.

No sé si ha tenido la oportunidad de divisar un valle extenso, pero yo soy nacida en un territorio rodeado de montañas que, en un buen porcentaje, limitan la capacidad de apreciar lo que hay más allá.

No obstante, los valles dan buena cuenta de lo que hay en ellos y eso fue precisamente lo que permitió que Lot, el sobrino de Abraham, los eligiera para construir su imperio económico.

Un buen sitio para vivir

El libro de Génesis, nos cuenta en el capítulo 13 a partir del verso 10 que  Lot miró a su alrededor y vio que en el valle del río Jordán nunca faltaba agua. Y es que antes de que Dios destruyera las ciudades de Sodoma y Gomorra, todo ese valle hasta Sóar era tan hermoso como el jardín de Edén y tan fértil como la tierra de Egipto.

Entonces, Lot eligió todo ese valle y se fue hacia el este. Así Abram y Lot se separaron. Abram se quedó a vivir en la tierra de Canaán, mientras que Lot se fue a vivir en las ciudades del valle del Jordán, cerca de Sodoma.

Notemos la gran diferencia entre las elecciones de Abram y su sobrino.  Abram estaba dispuesto a obedecer la indicación de Dios y por eso eligió Canaán, que era la tierra que había prometido el Señor entregarles a él y a su descendencia, y justamente al obedecer, garantizó que sus descendientes la recibieran.

Lot, por su parte, tenía su corazón puesto en las riquezas y se separó de su tío Abram  ya que había constantes peleas entre los pastores de cada uno; y a la hora de elegir, lo hizo según su opinión, debido a que el valle ante sus ojos era prometedor y atractivo; parecía que era justo lo que estaba buscando.

Sin embargo, su elección terminó envolviéndolo en una tragedia familiar que lo dejó en la ruina económica, viudo y lleno de temor, finalizó sus días escondido en una cueva con sus dos hijas quienes, siguiendo las costumbres que aprendieron en Sodoma, lo emborracharon y dice el verso 36 del capítulo 19 de Génesis, que  Como resultado, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su propio padre.

La perspectiva correcta de las riquezas

Dios no se opone a nuestro deseo por tener riquezas, de hecho Job era un hombre a quien el Señor le dió la mayor prosperidad económica de la época, como lo anuncia el capítulo 42 del libro de Job, en el verso 12: Así que el Señor bendijo a Job en la segunda mitad de su vida aún más que al principio. Pues ahora tenía catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.

Sin embargo, la clave de esa gran bendición y de las riquezas que no destruyen,  la encontramos iniciando el capítulo 42 cuando Job reconoce:  «Sé que todo lo puedes,  y que nadie puede detenerte.

Tú preguntaste: “¿Quién es este que pone en duda mi sabiduría con tanta ignorancia?”.  Soy yo y hablaba de cosas sobre las que no sabía nada,  cosas demasiado maravillosas para mí.

Tú dijiste: “¡Escucha y yo hablaré!  Tengo algunas preguntas para ti  y tendrás que contestarlas”.  Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos.

Me retracto de todo lo que dije,  y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento».

Un ejemplo de humildad

Job tuvo la claridad que Lot nunca alcanzó, porque entendió que necesitaba escuchar el consejo de “Aquel que todo lo sabe y todo lo puede”, convirtiéndose así en un gran ejemplo de humildad, pues Job entendió, claramente, Quién es Dios y quién era él.  Ese, mis apreciados amigos, es el principio de la humildad.

Para Job eran evidentes, tanto sus limitaciones como el poder ilimitado de Dios;  por lo tanto, sus decisiones permanecieron guiadas precisamente por el Señor.

¡Cuánto bien puede hacernos el rendir nuestra voluntad a Dios para aceptar la suya, abrazando la humildad que proviene de entender que no podemos comparar nuestra sabiduría, poder, capacidad o entendimiento con el de Dios!

Los valles de los que hablan las Escrituras, nos muestran la debilidad humana, su pecado, su muerte espiritual de los cuales Dios nos rescata para darnos vida nueva y llevarnos a sus alturas.

Ezequiel el profeta, también nos habla de un valle y en los versos 1 y 2 del capítulo 37 nos relata: La fuerza del Señor vino sobre mí y fui llevado por el Espíritu del Señor a un valle lleno de huesos viejos y secos que estaban esparcidos por todas partes sobre el suelo. 

Él me hizo pasar entre ellos, y luego me dijo:  ―Hombre mortal, ¿pueden estos huesos llegar a ser gente viva de nuevo?

Ese valle que vió Ezequiel, habla de la condición en la que nos encontramos cuando insistimos en permanecer haciendo nuestra voluntad y pecando deliberadamente.

El valle de las adversidades

David experimentó esa sequedad en su alma y en el Salmo 32 reconoció: Mientras me negué a confesar mi pecado,   mi cuerpo se consumió,  y gemía todo el día.

Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano.  Finalmente te confesé todos mis pecados    y ya no intenté ocultar mi culpa.  Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor»,   ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.

Ese estado de aridez que vió el profeta, estaba representado en un valle indicando que todos, permanecemos a la misma altura ante la Cruz. 

Todos somos iguales, pecadores todos hasta que reconocemos con humildad nuestra rebeldía y volvemos a Dios.

Hay otro valle que mencionan las Escrituras y es aquel que está relacionado con las duras situaciones a las que podemos vernos enfrentados en cualquier momento de la vida, pero que no terminarán en destrucción, siempre que lo transitemos confiados en la guía y el cuidado de Dios.

Salmos capítulo 23 verso 4 lo menciona diciendo: Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío, no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo; con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento.

David conocía bien ese valle en el que la oscuridad es tal que nos impide avanzar y entonces, la incertidumbre y el temor intentan derrotarnos y detenernos, pero si lo atravesamos rendidos al cuidado pastoral de Jesucristo, saldremos victoriosos.

El valle de la traición y la sumisión

Y hablando de esos valles que atravesamos para crecer en fe y en humildad, podemos citar el valle de Dotán, al que podríamos llamar “el valle de la traición”, que fue el lugar en el que los hermanos de José,  los hijos de Jacob, planearon su muerte, lo lanzaron en un pozo y lo vendieron a los ismaelitas.

Dotán significa dos pozos,  dejando en claro que, ante cada situación, podemos tomar la decisión de actuar de acuerdo con nuestra voluntad o de acuerdo con la voluntad de Dios.  Y José es un ejemplo más que demuestra que es mejor elegir la voluntad de Dios.

Y por último, citaremos el valle de Cedrón que separa el Monte Moriah del Monte de los Olivos. Este es el valle que Jesús atravesó cuando fue a orar al Huerto de Getsemaní en el Monte de los Olivos antes de morir en la cruz. 

Él fue a entregar allí su voluntad, para que el Padre hiciera la Suya y con ese precioso acto, nos demostró que “claramente, cada uno de nosotros necesitamos rendirnos ante los planes, instrucciones y preceptos de Dios”.

No tenemos manera de hacerlo mejor que Dios y sanar nuestro corazón en ruinas, requiere de mantener nuestra voluntad rendida a la del Señor, de modo que las siguientes decisiones nos lleven por el camino del bien, de la bondad y del amor.

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