Sorprende que un animal hable
Hasta los animales hablan cuando es preciso

El animal que sí habló

El animal que sí hablo. Una historia insólita, pero real.

Hemos visto muchas películas en las cuales, los animales toman personalidades propias y hacen parte de la historia para entregarnos lecciones importantes que podemos aplicar a nuestras vidas.

Durante muchos años, las fábulas, (escritos en los que los animales son los principales protagonistas), también nos han entregado una cantidad considerable de relatos con enseñanzas útiles. 

Pero esta historia, que en realidad sucedió, deja por fuera la ficción y nos habla acerca de una burra a la que Dios le dio la oportunidad de pronunciar palabras humanas en el lenguaje de su amo, un profeta loco y corrupto, llamado Balaam.

La historia puede ser leída en el capítulo 22 del libro de Números en la Biblia, en donde se describe lo sucedido y que espero resumir en buen detalle, en este corto escrito.

Balac era el rey de una población llamada Moab, que estaba ubicada cerca del río Jordán, camino a Jericó, una ciudad fortificada y reconocida por ser un gran centro de intercambio.

El rey estaba atemorizado por causa de lo que se contaba de un pueblo que avanzaba hacia su reino y que había derrotado a todos los reyes que se le interponían en el camino; los llamaban “Israelitas” porque eran descendientes de un hombre a quien Dios mismo había cambiado su nombre por Israel.

Cuando Balac se enteró de que ese pueblo posiblemente atacaría su reino, y considerando que no contaba con muros tan altos o fuertes como los de Jericó para defenderse del ataque, hizo llamar a un profeta que vivía cerca del río Éufrates con el objetivo de pedirle que los maldijera, porque creía que de ese modo, ellos perderían el favor de Dios y sería mucho más fácil derrotarlos.

El poder de Dios atemorizaba a sus enemigos

Todos los pueblos cercanos habían escuchado que el mar se había abierto para que los israelitas atravesaran por lo seco, cuando fueron liberados de la esclavitud a la que los habían sometido los egipcios durante cientos de años y habían salido de allí con todas sus riquezas.

Ellos tenían fama de ser protegidos por un Dios al que Balac consideraba poderoso, pero en el que poco creía.

Cuando Balaam recibió los enviados del rey para ir a su encuentro, Dios se le apareció y le dijo que no debía acompañarlos, ni tampoco ceder a sus peticiones. 

Pero ellos, le ofrecieron suficiente dinero y Balaam no quería perder la oportunidad de recibirlo pues era un hombre ambicioso. 

De modo que Balaam hospedó a aquellos enviados en su casa, esperando poder encontrar la manera de quedarse con la recompensa que le estaban ofreciendo.

Finalmente, después de dos intentos por convencerlo, Balaam fue con dos de sus criados, aunque Dios le había dicho que no debía intentar echar maldiciones sobre el pueblo Israelita, porque Él había decidido darles la victoria.

La necedad del profeta

Balaam subido en su burra, tomó camino hacía el lugar donde lo esperaba el rey Balac y Dios envió un ángel para que impidiera su paso.  Al verlo, la burra se salió del camino y el profeta la golpeó para hacerla volver. 

Más adelante, en un lugar estrecho del camino, que estaba en medio de dos viñedos, el ángel volvió a aparecer, y la burra, asustada, recostó a Balaam contra la pared, lastimando su pierna. 

Balaam la golpeó con fuerza y por tercera vez, en un tramo más angosto de la vía, el ángel hizo su tercera aparición.  Entonces, la burra se echó al suelo y se negó a continuar el viaje.

Los métodos inusuales de Dios

Furioso Balaam decidió golpearla de nuevo y ahí fue que sucedió lo inesperado, la burra le dijo al profeta: —¿Qué te he hecho? ¿Por qué me golpeaste tres veces?

Balaam respondió: —¡Te burlaste de mí! ¡Si tuviera una espada en la mano, te mataría ahora mismo!

La burra replicó: —¡Yo soy tu burra! ¡Toda la vida te he llevado por todos lados, y nunca te he tratado mal, como hoy lo has hecho conmigo!

—Tienes razón —contestó Balaam.  Justamente en ese instante, Dios abrió los ojos espirituales del profeta y le permitió ver el ángel que impedía su paso, con una espada desenvainada y lista para matarlo.

Entendió Balaam que, si no hubiese sido por la obediencia de su burra, él habría muerto a causa de su necedad.

La burra a pesar de ser un simple animal y de ser considerada torpe, era mucho más obediente y sabia que un hombre que se hacía llamar profeta y que tenía un conocimiento superior del mundo espiritual.

Para obedecer lo que Dios manda no se necesita ser muy inteligente, sino tener la actitud correcta ante lo que Él ordena.

La burra de Balaam pasó a la historia como el único animal que habló con una persona y que demostró que los animales no son tan torpes y limitados como pensamos.

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