¿Ha deseado algún día que el dolor no hubiese existido? ¿Ha padecido tal vez de un dolor físico o emocional tan fuerte que pareciera imposible soportar?
Si su respuesta es afirmativa, coincidirá también conmigo, en que el dolor es una sensación poco grata.
No obstante, el dolor ha sido compañero inseparable de la raza humana y, a través de este artículo, le invito a descubrir cuál es su propósito.
El significado de dolor es tan individual como cada persona y depende de su experiencia, causa, características anatómicas, fisiopatológicas, sicológicas y personales.
El propósito del dolor es servir como sistema de alarma del cuerpo, indicando que algo anda mal.
Cuando existe cualquier alteración en nuestro cuerpo, los nervios del área afectada liberan sustancias químicas llamadas neurotransmisores, que se desplazan hasta el cerebro identificándolas como “dolor”.
El dolor le ayuda a protegerse, es una alerta que indica que es hora de actuar. Por ejemplo, si toca una olla hirviente, el dolor le advertirá a su cerebro que es hora de retirar la mano.
Existe una condición clínica que anula la percepción del dolor en quien la padece, dejándolo a expensas de no poder reaccionar en el momento preciso para resguardar su integridad, llamada «Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis».
Un raro trastorno cerebral que produce en el afectado incapacidad para percibir dolor y la presión.
La Anhidrosis se refiere a que el cuerpo no suda, y por tanto no puede regular su temperatura; mientras que “congénita” significa que la enfermedad está presente desde el nacimiento.
¿Qué dice la ciencia?
En un artículo publicado en el número del 14 de diciembre de 2006 de la revista Nature, un grupo de investigadores liderado por Robert Cox (del Medical Research Institute de Cambridge) describió el caso de un niño que se ganaba la vida en las calles de un pueblo de Pakistán exhibiendo su insensibilidad al dolor mediante acciones como herirse con instrumentos cortantes o caminar sobre brasas.
Antes de cumplir 14 años, intentó una hazaña mayor, y se arrojó desde lo alto de un edificio. lo cual le provocó la muerte instantánea.
Los pacientes que refieren esta patología son propensos a sufrir derrames cerebrales por las altas fiebres y a causa de su hiperactividad se lastiman continuamente, mordiéndose las manos, las mejillas y la lengua, por lo que se hace imperioso retirar la dentición.
Además no tienen sensación de hambre, por lo cual deben ser alimentados por intubación; deben mantenerlos estrictamente vigilados, pues detectar cualquier lesión interna antes de que sea mortalmente grave es muy difícil.
Después de conocer esta información coincidirá conmigo en que ¡El dolor es absolutamente necesario!.
Otro tipo de dolor
Ahora miremos un dolor que, aunque pudiera no tener evidencia en nuestra piel, órganos o huesos, puede llegar a ser tan o más intenso: el dolor del alma.
Aparentemente podría pensarse que ese dolor no ofrece mayor beneficio, pero en realidad es bastante necesario.
Las experiencias duras de la vida producen dolor; algunas más o menos que otras, pero todas traen implícito un objetivo: el aprendizaje.
Existen pandemias como el orgullo, la soberbia, la intolerancia, la falsedad, el mal carácter, el egoísmo y la ingratitud, por nombrar sólo algunas, que sólo pueden ser extirpadas bajo la cruda intervención del dolor.
Los hombres y mujeres con mayores ejemplos de vida son aquellos que han podido atravesar su dolor, sobrepasarlo y transformarlo en lecciones de superación.
Muchas, si no la gran mayoría de las mal llamadas crisis de nuestras vidas, en realidad son excelentes intervenciones a través de las cuales nuestro interior es sometido a perfeccionamiento.
En ese proceso el dolor juega un papel importantísimo y es el de obligarnos a atender a las decisiones, hábitos y acciones egoístas que nos condujeron a él, de modo que podamos evitar la reincidencia.
Lo importante es tener claro que siempre dependerá de nosotros el necesitar una segunda, tercera o muchas más intervenciones de ese tipo.
El dolor nos desnuda y nos muestra aquello que nos negamos a ver, pero no lo hace para destruirnos, sino para darnos la oportunidad de iniciar un proceso de curación que nos permita recuperarnos.
Desafortunadamente, como en los casos de la insensibilidad ante el dolor físico, muchos enfermos del alma mueren sin que se haya podido resolver su dolor, porque se niegan a permitir que el Divino cirujano, intervenga para sanar su corazón.
¿Hay solución?
Sí, mi apreciado lector, la solución está en manos del mejor, del cirujano que todo lo puede hacer, me refiero a Dios, nuestro divino médico de médicos.
Aquel que vino y al observar los corazones dolidos de la gente que lo rodeaba dijo con verdad: —Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos.— Lucas 5:31
Ya en esa época de vidas más básicas, las dolencias del alma estaban haciendo estragos en los individuos.
El desamor, el pesimismo, la baja estima, la avaricia, la perversidad de ojos, pensamiento y acciones, estaban a la orden del día.
Jesús con su inigualable experiencia galena, estuvo y sigue estando dispuesto a intervenir, a sanar, a perfeccionar, pero no olvide, todo proceso quirúrgico implica un nivel de dolor al cual debemos estar dispuestos a someternos para poder salir sanos y salvos.
Si ha identificado el dolor en su alma, no tarde en buscar la ayuda del Señor, Él está dispuesto a suministrársela, pero no lo hará contra su voluntad, ¡en usted está la decisión!.