El consumismo ha sido diseñado para hacernos notar el «vacío existencial» que cada uno de nosotros tiene.
El éxito de sus campañas publicitarias consiste en ofrecernos todo tipo de «cosas y actividades» con la promesa de llenarlo.
Sin embargo, el vacío existencial que tenemos, no necesita llenarse, sino aceptar que ese vacío hace parte de nosotros y nos invita a interiorizarnos como primer paso para aceptarnos tal cual somos.
Si necesitamos llenarnos de ruido, de ocupaciones, de objetos o de cualquier otra cosa para huir de nosotros mismos, terminaremos más vacíos de lo que en realidad estamos.
No es tan malo como parece…
El vacío no es algo negativo, como nos han querido hacer creer. El vacío solo es el mecanismo que nos enfrenta a lo que somos internamente.
Dios no es una especie de «relleno» que soluciona el vacío del hombre, sino un buen Padre, que le da el entendimiento para descubrirse a sí mismo, la sabiduría para hallar sus oportunidades de cambio y el poder ejecutarlas.
Cuando aprendemos a estar cómodos con nosotros mismos, a conocernos a profundidad, a aceptar nuestras luces y nuestras sombras, nos damos cuenta de que ese vacío es el lugar en el que nos hallamos y nos amamos, para luego sí, poder ofrecer a los demás ese sano amor.
