Mallory e Irvine escaladores monte everest
Muchos llegaron a la cima, ninguno se ha podido mantener en ella.

¿Cómo conquistar tu propio Everest?

La cima del monte Everest se alza imponente en Nepal invitando a los más osados a escalarla y a conquistarla.

La primera expedición, que llegó bastante cerca de su máxima altura, incluía en sus filas a George Mallory y Andrew Irvine, dos alpinistas británicos, que por los años 20 empezaron su travesía con el objetivo de convertirse en los primeros hombres que pisaran tan codiciado lugar.

Las condiciones climáticas empeoran a medida que se consigue subir y la respiración arriba de los 8 kilómetros de escala se convierte en un milagro constante.

El 7 de junio de 1924 fue el último día en que sus compañeros de expedición vieron con vida a Mallory e Irvine desde el Campo situado a 8230 metros de altura.  La fotografía de Ruth la esposa de Mallory reposaba en su bolsillo, la había traído con la intención de dejarla en la cima en el momento en que consiguiera llegar hasta allí.

A las 12:50 les vieron superar los 8625 metros, quedando apenas a 225 metros de la cima, pero los vientos y el frío inclementes los dejaron fuera del alcance de sus compañeros.

75 años después encontraron el cuerpo de Mallory a 8155 metros, con una pierna rota y una herida grave en el cráneo.  La fotografía no estaba en su poder, ni su compañero Irvine, a quien no ha sido posible hallar hasta la fecha.

Desde entonces muchos han intentado subir a la cima y el máximo tiempo que han logrado mantenerse firmes en la cumbre más alta del mundo son apenas unos cuantos minutos.

El récord de permanencia en la cima del monte Everest

Bhakta Kumar Rai es el único hombre que en 2011, escribió su récord mundial al permanecer 32 horas meditando en el pico de la montaña.

Las condiciones que nos ofrecen las alturas son bastante exigentes y pocos logran mantenerse en ellas sin perder su esencia, su cordura o su humildad.

El rey David escribió en los versos 32 y 33 del Salmo 18: Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas.

Para Mallory e Irvine la cima del Everest representaba el tope de sus “alturas” y cada uno de nosotros tenemos nuestro propio Everest por conquistar, pero subir a la cumbre de nuestra vida, de nuestros sueños, de nuestro propósito requiere de todo nuestro talento y entrega.

De pronto haya quienes conquisten su Everest sin contar con la dirección y la ayuda de Dios, pero mantenerse firme en esas alturas es imposible de lograr sin Él.

Todos tenemos “cimas” para conquistar

Puede ser que para alguien su “altura” sea lograr su titulación académica y para alguien más, sea construir su imperio económico, sin embargo, sin importar la distancia entre las aspiraciones del uno y del otro, esa “altura” que haya conquistado puede llenarle el corazón de orgullo y las actuaciones de arrogancia.

Las “alturas” de cada uno de nosotros están directamente vinculadas a quiénes somos, y precisamos de la ayuda de Dios para escalarlas con sabiduría y respetando a todos los que vamos hallando en la travesía rumbo a ellas.

Dios es quien hace perfecto nuestro camino y quien nos fundamenta con firmeza de modo que no seamos llevados por el viento del orgullo, del menosprecio o de la ingratitud.

Hay dos pensamientos que al conquistar nuestro propio Everest pueden hacer la diferencia: 

1. Todo lo que conseguimos en la vida y lo alto que podemos llegar, sucede porque Dios así lo permite.  

2.  Lograr nuestras metas, alcanzar la cumbre de nuestros sueños debe motivarnos a extender la mano para apoyar a quienes continúan esforzándose por lograrlo.

Y tú, ¿ya tienes claro cuál Everest quieres conquistar?

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