Quinta parte de la serie: “Es posible sanar un corazón en ruinas”
¡Todo empieza con admitir que somos ovejas!
Iniciamos este mensaje con una declaración que necesitamos plantar en lo profundo del corazón: ¡Todo empieza con admitir que somos ovejas!.
En los capítulos anteriores acordamos que el proceso de reparación parte de:
1. Reconocer el daño
2. Admitir nuestros temores y aceptar nuestras limitaciones
3. Evaluar con objetividad las condiciones y
4. Tener claro ¿Con quién contamos para lograrlo?
Ya habiendo avanzado en esos cuatro puntos, llegamos al inicio de la restauración: Vamos a empezar, como lo hizo Nehemías “con la reparación de las puertas”, siguiendo su plan de acción que nos relata en el tercer capítulo de su libro.
Nehemías comienza informando en el primer verso: Entonces comenzó la reconstrucción.
Los sacerdotes, junto con su jefe Eliasib, reconstruyeron la puerta de las Ovejas. Reconstruyeron los muros de protección hasta la torre de los Cien y la torre de Hananel, y colocaron los portones. Luego dedicaron a Dios esa entrada.
Nótese que la reconstrucción inicia a cargo de los sacerdotes en cabeza de Eliasib. Lo cual indica que la restauración empieza a desarrollarse desde lo espiritual.
La Biblia es intencional en todo, es por eso que aparece registrado el nombre del jefe de los sacerdotes. “Eliasib”, quien encabeza la puesta en marcha; es un nombre que significa: “Dios restaura” está afirmándonos que ésta tarea cuenta con el aplauso, la intervención, los recursos, el apoyo y la dirección de Dios para que pueda tener éxito.
La primera puerta que es restaurada es la de las ovejas.
Antes de avanzar convengamos en que las puertas están puestas para cumplir un doble objetivo: Dar acceso e impedirlo.
Tener el dominio bien administrado de una puerta nos permite ser altamente funcionales, pero una mala administración puede exponernos a pérdidas graves.
Es decir, si la puerta de nuestra casa, que está bajo nuestro dominio, permanece abierta en los momentos en que debe estar cerrada, seguramente nos dejará expuestos al daño.
Igual sucede con las doce puertas de las que estaremos hablando en esta serie.
La puerta de las ovejas, siendo la primera, es la más importante, pues Jesús mismo hizo alusión a ella en el evangelio según Juan capítulo 10 declarando:
»Les digo la verdad, el que trepa por la pared de un redil a escondidas en lugar de entrar por la puerta ¡con toda seguridad es un ladrón y un bandido! Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El portero le abre la puerta, y las ovejas reconocen la voz del pastor y se le acercan. Él llama a cada una de sus ovejas por su nombre y las lleva fuera del redil.
Una vez reunido su propio rebaño, camina delante de las ovejas, y ellas lo siguen porque conocen su voz. Nunca seguirán a un desconocido; al contrario, huirán de él porque no conocen su voz.
Los que oyeron a Jesús usar este ejemplo no entendieron lo que quiso decir, entonces les dio la explicación: «Les digo la verdad, yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes que yo eran ladrones y bandidos, pero las verdaderas ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta; los que entren a través de mí serán salvos. Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.
¡Qué reveladora declaración! ¡Jesús está poniendo de manifiesto cómo opera el mundo espiritual y cuál es su consecuencia en el mundo natural!
Estamos expuestos a las acciones del bien, es decir, a la obra de Dios a favor nuestro; y a las acciones del mal, es decir, a la obra de las tinieblas que procura mantenernos atrapados y en oscuridad.
Esa es la razón por la que, reparar la puerta de las ovejas equivale a atender la calidad de relación que tenemos con Jesús.
¿Entendemos que somos ovejas y respondemos a la voz de Jesús quien es nuestro pastor?
Vayamos por partes: Sé que nos gustaría escuchar que somos leones fuertes y decididos, o que, somos águilas imponentes que se elevan a grandes alturas y tienen una visión extraordinaria.
Pero no, ¡Somos ovejas! y admitirlo nos permitirá aceptar que necesitamos la guía, el cuidado y el apoyo del pastor, es decir, de Jesucristo.
Las ovejas son animales que, desde el momento mismo de su nacimiento, necesitan sentir que hay alguien más grande a quien seguir, porque no podrían sobrevivir solas a causa de su naturaleza volátil y nerviosa.
Una oveja sola no es capaz de encontrar la ruta de regreso cuando se extravía, no tiene la capacidad de alimentarse bien por sí misma, o cuidar de su bienestar evitando que las plagas las destruyan.
Su sentido de la vista está desarrollado de modo que tiene visión panorámica, pero no logra distinguir un depredador si este se mantiene quieto al acecho, tampoco cuenta con la pericia instintiva para huir de él.
Una oveja a medida que crece, identifica a su madre mediante el olfato, la visión y el oído, no lo hace de forma natural al nacer, por lo que puede extraviarse de su hogar con relativa facilidad.
La oveja sin pastor se mantendrá comiendo en un pequeño espacio de manera circular, sin importar que ya no tenga pastos suficientes para alimentarse y pueda morir de desnutrición.
¡Entonces, sí que es importante entender que somos ovejas y necesitamos un pastor!
El buen pastor, dice Jesús, es el que está dispuesto no solamente a convertirse en la figura confiable que una oveja quiere seguir, o en aquel que pone aceite en su nariz para evitar que las moscas se aniden en ella y sus larvas lleguen a su cerebro.
O que está dispuesto a cargarla cuando está herida y conducirla a los buenos pastos cerca de abundantes aguas que la mantengan fuerte y sana, sino que también, ¡está determinado a dar su vida por el bienestar de ella!
Si un depredador, sea oso, lobo o cualquiera otro viene a tratar de arrebatarla de su rebaño, Él está dispuesto a dar batalla hasta la muerte misma para salvarla.
¡Y es exactamente lo que Jesús ha hecho por nosotros y por nuestro bienestar! Dio su vida misma para que la muerte, el pecado y la culpa no pudieran destruirnos.
¡Somos ovejas de Su prado y Jesús es el más grandioso de todos los pastores!
Él viene para guiarnos, para rescatarnos cuando estamos en medio de un zarzal de angustias y preocupaciones, para cargarnos en sus hombros y darnos la confianza de continuar.
Jesús es el buen pastor que vela porque nuestro alimento esté siempre puesto a la mesa; por fortalecernos derramando de su Santo Espíritu en nosotros para evitar que la maldad se apodere de nuestro corazón, así como el pastor unge la cabeza de la oveja para cuidar sus ojos, sus oídos, su nariz y su boca del daño progresivo que podrían hacerle las larvas que dejan las moscas a las que están expuestas.
Las ovejas reconocen la voz de su pastor y lo siguen, dijo Jesús; Él las llama a cada una por su nombre, porque les ha dado identidad y las conoce perfectamente.
Es probable que algunos de nosotros no hayamos crecido escuchando su voz ni hayamos sabido identificarla, ¡pero, podemos aprender a hacerlo!, pues de lo contrario estaremos siguiendo todo lo que nos parece “grande” o “atractivo” sin importar a dónde nos conduce.
Restaurar un corazón en ruinas requiere de entender que necesitamos cuidar la relación que tenemos con Jesús, porque, precisamente nuestro corazón ha sido herido por haber intentado vivir independientes de Él, pese a que no fuimos creados para hacerlo.
Hay un ladrón, uno que busca llevarse la oveja para acabar con ella, pero si ella permanece cerca de su buen pastor, no podrá alcanzar su cometido.
La puerta de las ovejas, que es Jesús mismo, debe ser enteramente funcional en nuestras vidas, debe permanecer firme en nuestro corazón, de modo que seamos guardados de las artimañas del mal.
Jesús es el inicio de toda sanidad, su presencia en nuestra vida es el principio de toda restauración. Nada puede volver a su estado de bienestar inicial, sin tener presente su origen.
Venimos de Dios y mantener a Dios en la ecuación de nuestra vida, entendiendo nuestra participación y la suya, nos dará la garantía de sanar y de vivir a plenitud.
¡Somos ovejas y qué bueno que sea justamente Jesús, quien quiera ser nuestro pastor!